A mediados de junio de 1945, durante la marcha de un
Nadie le dio una respuesta inmediata.
El interrogante expuso que los revolucionarios, solo al sentir un gran orgullo nacional, podían cumplir con la responsabilidad asumida como dueños de la revolución de su país y que las personas carentes de él no podían amar a su nación y patria ni llamarse como revolucionarios.
Subrayó que en la contienda definitiva por la liberación nacional debían salir sin falta victoriosos no con ayudas ajenas sino con la fuerza propia del pueblo coreano y que los revolucionarios coreanos debían sentir un gran orgullo nacional en la inteligencia, el valor y el patriotismo extraordinarios de su nación