En agosto de 1947, una campesina del distrito de Pyonggang de la provincia de Kangwon vino a Pyongyang para expresarle el agradecimiento al Presidente
Cuando el gran Líder se encontró con ella, esta era analfabeta.
El gran Líder le indicó minuciosamente sobre la razón de aprender escribir y le dijo calurosamente que escribiera la carta con sus propias manos a fines del año mismo cuando regresara a su casa.
Tras recibir sus indicaciones benevolentes por primera vez en su vida, ella escribió una carta dirigida al gran Líder, en la cual le informó el hecho de que se había librado del analfabetismo aprendiendo con afán las letras durante tres meses y que unas decenas de campesinas de su aldea que no sabían escribir podían leer y escribir el coreano.
Al recibir su carta sincera, el gran Líder estuvo muy satisfecho y le envió una carta de respuesta de alta evaluación.
En efecto, el hecho de que una campesina ordinaria, la cual estaba por debajo del hombre y que había sido abandonado como ser humilde, envió la carta al dirigente del Estado y recibió su carta de respuesta fue un acontecimiento sorprendente que no se podía imaginar en el tiempo pasado.